El juez Juan Carlos Peinado ha dejado al ciudadano a punto del corazón en un puño por si resulta ser uno de los nueve miembros que decidirán, junto al magistrado, si la esposa del presidente, Begoña Gómez, es culpable o inocente de malversación. Realmente hay una lista ya de 2.846 candidatos preseleccionados para formar los jurados populares en Madrid durante el bienio 2025 y 2026, pero el caso incita a fantasear si cumplimos con los requisitos: español mayor de edad, encontrarse en el pleno ejercicio de sus derechos políticos, saber leer y escribir, ser vecino de cualquiera de los municipios de la provincia y contar con la aptitud suficiente para el desempeño de la función de jurado.
El sobre cerrado que nunca esperas
Magdalena Cifre, mallorquina, fue elegida en 2022 para ser uno de los nueve componentes que formarían el jurado popular en un caso de violencia de género. Al sobresalto inicial de ese inesperado instante en el que dos policías le entregaron en mano un sobre cerrado le siguió la calma: no era nada gravedad. “Una vez que abrí el sobre, la primera impresión fue de sorpresa e inquietud. No sabía si me sentiría preparada para esta gran responsabilidad. En el sobre indicaba todos los detalles del juicio y un manual muy detallado. Esto me tranquilizó”, nos cuenta desde Palma de Mallorca.
Desde el aviso hasta el juicio, transcurrieron seis meses. “Suficientes para releer el manual y hacerme una idea de lo que significaba participar en un proceso judicial y resolver cualquier inquietud o duda. Tienes que guardar silencio absoluto. Ni siquiera tu gente más allegada puede saberlo”.

Durante este tiempo fue desarrollando ese sentido del deber que implica participar en el sistema judicial. “Me sentí orgullosa de poder ser útil a la sociedad. Juzgar a un acusado de violencia de género es un tema delicado y el peso de la decisión es muy fuerte. Sabes que va a ser trascendente. Al principio me preocupó la falta de conocimientos jurídicos, pero la exposición de los hechos y pruebas era, al menos en este caso, contundente. Estaba muy claro”.
“¿Qué es ser justo?”
Ante de ser seleccionada, Magdalena tuvo que someterse a una ronda de pruebas y preguntas. Se le quedó especialmente grabada una: “¿Se considera una persona justa?”. La respuesta afirmativa le salió espontánea, pero le hizo reflexionar después. “¿Qué es justo? Significa aparcar prejuicios, dejar de lado cualquier convención o cualquier interés. Medir al milímetro cada detalle, incluso cuando todo parece obvio. Cambió mi percepción de la justicia”.
Sócrates resumía en cuatro las cualidades de un buen juez: escuchar cortésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente. Sin darse cuenta, Magdalena aplicó una por una. “Pesa el temor a ser injusto, pero las leyes son claras y precisas. En mi caso, fue un juicio rápido, tres días. Nos pagaron 100 euros por cada jornada y podía ir a casa a comer y a dormir. En la tercera jornada, los miembros del jurado popular pasamos a una sala cerrada con llave para deliberar. Sin móviles y aislados de todo. Si queríamos ir al baño, tenía que acompañarnos un agente hasta la puerta”.
La decisión fue condenatoria para el acusado: 26 años de cárcel y sin posibilidad de reducción. “Fue unánime y sin vacilación. Me correspondió a mí ser la portavoz y leer el veredicto”. Hoy recuerda el juicio como si hubiese formado parte de una película: el lenguaje jurídico, la solemnidad, el estrado, el silencio, el dejar de ser una ciudadana más para encarnar la justicia y el respeto que todo ello infunde. “Es una sensación extraña, pero agradable. Acercarme al mundo del Derecho me hizo amar más la justicia y las leyes que rigen la sociedad”.
Reflexionó sobre qué significa imparcialidad, equilibrio, la ponderación justa de las pruebas y no discriminar para llegar a una conclusión correcta. “Creo que esta posibilidad de participar fortalece nuestro sistema, pero no me gustaría en la piel de los ciudadanos elegidos para juzgar a Begoña Gómez. Hay mucha presión mediática y política”.