“Nos negamos a que sea un número más”: Huelva reclama justicia para Alicia

Esta semana se celebra el juicio contra la pareja de Alicia, Manuel Quero. El informe de la Guardia Civil apunta a una muerte intencionada, pero la Fiscalía solo pide dos años por homicidio imprudente

Esta semana se celebra el juicio por la muerte de la reportera gráfica, Alicia Rodríguez, en Huelva
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Alicia Rodríguez tenía la costumbre de llegar feliz a los sitios. Era de esas personas que iluminan un pasillo sin proponérselo, que entran en una redacción y parece que empujan el aire hacia arriba. Sus compañeros la recuerdan cargando la cámara al hombro, rápida, eficaz, siempre con una sonrisa que no era impostada, sino suya, de verdad. Alicia era luz. Como explican Ana Cháves y Laura Cárdenas, dos de sus amigas más cercanas.

Por eso les duele tanto recordar cómo la encontraron aquella madrugada de junio de 2021: debajo de un coche, en un camino de tierra mientras estaba en compañía de Manuel Quero Sánchez, su pareja desde hacía menos de un año y al que se juzga esta semana en la Audiencia Provincial de Huelva.

No es solo la brutalidad de la escena. Es el contraste insoportable entre quién era ella y lo que le hicieron. Y duele aún más lo que ha venido después.

Alicia Rodríiguez
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“Era un 15”

Alicia no era un número, ni una estadística, ni un caso más que pasa fugaz por los titulares. Era reportera gráfica en Huelva, muy querida por la profesión, alguien que resolvía problemas ajenos con naturalidad, que paraba lo que hiciera falta para ayudar a una amiga o para cubrir un directo a última hora. Era una mujer generosa, leal y entregada a los suyos; alguien que cuidaba a sus padres mayores con devoción, que regalaba tiempo, energía y ternura sin pedir nada a cambio. “Era un 15”, dice Laura, porque se quedan cortas las escalas del 1 al 10. Por eso también los rompió el silencio: porque ninguno supo ver, mientras estaba viva, que quizás Alicia no estaba tan bien como aparentaba.

En los meses previos a su muerte, algunas personas cercanas, como Ana, habían notado pequeños cambios. Nada demasiado evidente, pero sí esas señales que solo se detectan desde la intimidad: la tristeza en los ojos, la manera de quedarse “ida” mientras conversaba, un cambio sutil en cómo vestía o cómo se relacionaba. “Es que eso se nota”, recuerda una amiga. “Te está hablando, pero la cabeza está en otro sitio”. Alicia nunca verbalizó maltrato o control, como sucede en la mayoría de casos: la violencia de género es silenciosa, avanza despacio, trabaja desde la culpa y la confusión. Nunca dio tiempo a confirmarlo. Lo único que hablan ya son los hechos.

El informe demoledor de la Guardia Civil

Y los hechos, según el informe del ERAT de la Guardia Civil, son contundentes. Los peritos concluyen que la muerte no fue un accidente, que el coche no se movió solo ni se deslizó cuesta abajo, que no hubo despiste ni casualidad. El informe describe indicios de intencionalidad: que el vehículo dio marcha atrás para coger impulso, que avanzó hacia ella con fuerza, que el freno de mano no se soltó de forma involuntaria y que el conductor —Manuel Quero— actuó “en plenas capacidades”, pese a haber consumido alcohol y drogas, porque su comportamiento al volante y después, durante la llamada al 112, mostraba serenidad y control. También señalan que el cuerpo de Alicia evidenciaba que el coche pasó varias veces por encima. Es un documento demoledor.

Pese a todo ello, la Fiscalía pide solo dos años de prisión por homicidio imprudente. Dos años para un caso donde la Guardia Civil habla de intencionalidad, donde existen incongruencias graves en la versión del acusado, donde una expareja ha declarado que fue maltratada y donde las amistades de Alicia describen señales compatibles con una relación abusiva. Dos años cuando él ya estuvo un año en prisión preventiva. Dos años que podrían traducirse en no volver a pisar la cárcel. Es una decisión que ha sumido a la familia y al entorno de Alicia en una mezcla de estupor, rabia y desamparo.

Cuatro años de infierno

“La noche que Alicia falleció hablé con ella a las nueve. Se cortó la llamada y ya no pude volver a contactar. Unas horas después pasó lo que ya todos sabemos. Cuando me dijeron que la habían encontrado en el campo, lo primero que pensé fue: ‘En el campo ha sido él’. Él era quien cumplía todos los requisitos para haberla cogido”, explica Ana.

Han pasado más de cuatro años desde aquella madrugada. Cuatro años de aplazamientos, de cambios de calificación jurídica —de asesinato a homicidio doloso, y de ahí a homicidio imprudente— y de un secretismo que ha alimentado el desconcierto. Cuatro años en los que, según denuncian quienes la querían, él ha seguido con su vida en libertad. Cuatro años en los que la madre de Alicia murió sin ver justicia para su hija. Cuatro años en los que su padre, con 88, ha tenido que soportar una soledad y un dolor que no deberían tener nombre.

“Se nos olvida que detrás de cada víctima hay una historia completa, una familia destrozada”

Mientras tanto, quienes compartieron vida y redacción con Alicia se esfuerzan por sostener su memoria en un país donde las mujeres asesinadas parecen desaparecer del debate en cuanto se apaga el foco mediático. “Nos negamos a que sea un número más”, dice Laura. “Estamos tan acostumbrados a escuchar cifras que se nos olvida que detrás de cada una hay una historia completa, una familia destrozada, una vida que alguien decidió apagar”.

A esa herida colectiva se suma otra: la sensación de que el sistema no ha estado a la altura. El padre de Alicia lo resumió ante las cámaras, con la voz quebrada: “Yo solo quiero justicia… justicia de verdad”. Una frase sencilla que condensa cuatro años de espera, de impotencia, de sentirse solo frente a un proceso que parecía avanzar siempre del lado contrario. Un hombre de 88 años que aún tiene que explicar ante un jurado por qué su hija merece ser escuchada.

Alicia Rodríguez era una reportera gráfica muy querida en Huelva
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El contraste entre las peticiones de las distintas partes es abrumador. La familia de Alicia reclama 28 años por asesinato. El Ayuntamiento de Huelva, 20 años por homicidio doloso. La Junta de Andalucía, 15 años, también por homicidio doloso.

“Sale más barato matar que robar”

Todas estas instituciones sostienen que no hubo accidente posible. Que la muerte de Alicia encaja en un patrón de violencia que no empieza, ni termina, en un camino de tierra. Que hay indicios suficientes para hablar de intencionalidad. Solo la Fiscalía sostiene lo contrario, lo que ha dejado a quienes la quieren en una mezcla de incredulidad y furia. “Es surrealista”, lamenta Laura. “Sale más barato matar que robar. Parece imposible, pero aquí estamos”.

“Vivir la violencia de cerca es una hostia de realidad”, dice Laura. “Crees que estas cosas les pasan a otras, hasta que le pasan a tu amiga”. Es una frase dura, pero define con precisión lo que sienten quienes conocieron a Alicia: que han visto desde dentro cómo funciona un engranaje que muchas veces no protege a las víctimas; cómo la falta de contundencia institucional no es una excepción, sino un patrón.

Por eso hablan. Por eso repiten su nombre. Por eso cuentan quién era y cómo vivía. Buscan justicia. Buscan memoria. Que Alicia no desaparezca entre los expedientes que se cierran con penas mínimas. “Nos negamos a que sea un número más”, insiste Laura. “Si no hacemos ruido, esto pasa de puntillas”.

Un jurado popular decidirá

Ahora todo está en manos del jurado popular. En su capacidad para escuchar sin prejuicios, para leer con atención técnica el informe de la Guardia Civil, para comprender el peso que tienen las inconsistencias del acusado y el contexto previo. En su sensibilidad para no olvidar que Alicia era una mujer viva, luminosa, con planes, amigos y familia.

Porque Alicia Rodríguez era luz. Y no se puede permitir que esa luz se apague también en los tribunales.

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