Kelly, una joven británica de 24 años cuyo nombre ha sido cambiado para preservar su anonimato, nunca imaginó que el vuelo nocturno que tomó en septiembre del año pasado desde Doha con destino a Londres Gatwick cambiaría su vida para siempre. Tras un día de viaje agotador por África, se acomodó en su asiento de Qatar Airways, se cubrió con una manta, colocó sus auriculares y se quedó dormida mientras veía una película. Dos horas antes del aterrizaje, despertó sobresaltada: el hombre de 66 años que viajaba a su lado estaba agrediéndola sexualmente.
Según relata a la BBC, el hombre había colocado una segunda manta sobre ambos para cubrir sus movimientos y metió la mano dentro del pantalón de Kelly. “Le dije: ‘¿Qué estás haciendo?’ Le dije: ‘Para’”, explica. “Él respondió: ‘No, por favor’. Tuve que apartarle la mano a la fuerza y me levanté de inmediato. Dejé mi teléfono, mi bolso, mi pasaporte, mis zapatos… lo dejé todo y salí corriendo al baño”. Desde allí alertó a la tripulación, que la trasladó inicialmente a un asiento utilizado por auxiliares de vuelo y, más tarde, a otra zona de la cabina.

“No he salido en casi un año”
El resto del trayecto fue una pesadilla para la víctima. “Estaba tan ansiosa… cualquiera que pasaba por mi lado me hacía pensar que podría ser él”, recuerda. Aterrizaron en Gatwick y Momade Jussab, de 66 años, fue detenido inmediatamente. La investigación demostró que había introducido sus manos dentro de los pantalones de Kelly mientras ella dormía. En marzo fue declarado culpable de un cargo de agresión sexual con penetración y dos cargos de agresión sexual. En mayo, el tribunal de la Corona de Lewes lo condenó a seis años y medio de prisión como parte de una sentencia extendida: deberá cumplir al menos dos tercios de su condena antes de poder aspirar a la libertad condicional y fue inscrito indefinidamente en el registro de delincuentes sexuales.
A pesar del alivio de ver a su agresor condenado, Kelly asegura que no ha logrado rehacer su vida. Sufre ansiedad, miedo a los espacios públicos y escasa capacidad para relacionarse con otras personas. “No he salido en casi un año… No quiero que me toquen ni que me miren. Es algo que no se va. Está conmigo todos los días antes de dormir”, confiesa. En busca de ayuda psicológica, decidió solicitar una compensación económica al Criminal Injuries Compensation Scheme (CICS), el sistema oficial que en Reino Unido indemniza a víctimas de delitos violentos y agresiones sexuales. Para su sorpresa, su solicitud fue rechazada.
“Solo quiero que me compensen por lo que pasé”
La negativa se basa en un criterio técnico: según la normativa actual, el CICS solo cubre los delitos cometidos en aeronaves registradas en el Reino Unido, algo que no ocurre con los aviones de Qatar Airways. Aunque el derecho penal británico ha sido ampliado —desde una reforma en 1996 del Civil Aviation Act— para permitir procesar en tribunales del Reino Unido delitos cometidos en vuelos de compañías extranjeras con destino al país, esa modificación no ha sido trasladada al sistema de compensaciones.
Kelly apeló la decisión, pero en mayo recibió una segunda negativa. “Entiendo que él haya sido condenado y esté pagando por lo que hizo. Pero ¿y yo? No puedo pagarme ciertas terapias”, declara. “Solo quiero que me compensen por lo que pasé. Quiero ayuda profesional y quiero que me escuchen”. El bufete Leigh Day, que la representa, ha enviado una carta a la secretaria de Justicia, Shabana Mahmood, solicitando una reforma urgente del esquema. “Nuestra clienta sufrió un ataque sexual horrendo en un vuelo con destino al Reino Unido. Ha sido excluida del programa de indemnización únicamente porque se trataba de un avión extranjero y las reglas no se han actualizado”, denuncia la abogada Claire Powell, quien considera que existe “una laguna que debe cerrarse urgentemente”.
“Esto podría pasarte a ti”
El Ministerio de Justicia ha respondido que “las normas que sigue la Criminal Injuries Compensation Authority las establece el Parlamento” y ha señalado que “existen otras vías para recibir apoyo”. Mientras tanto, Kelly ha optado por hacer pública su historia no solo para reclamar sus derechos, sino también para advertir a otras pasajeras. “Por favor, estén conscientes. No tengan miedo, pero hay gente que puede hacerte daño. Esto podría pasarte a ti”.
El caso se suma a otras situaciones vividas por mujeres durante trayectos aéreos, como la de otra mujer de 31 años, que en 2019 denunció haber sido acosada sexualmente por el pasajero de al lado en un vuelo de Iberia entre Costa Rica y Madrid. El hombre comenzó a masturbarse bajo una manta mientras ella intentaba dormir. Aunque finalmente logró cambiarse de asiento, su denuncia terminó archivada en España al tratarse únicamente de una “infracción leve de acoso” pero no un delito al no haber menores presentes. “Me molestó muchísimo cuando me dijeron que si tenía más de 18 no podían hacer nada, muchísimo”, declaró.
Aquel caso expuso la falta de protocolos específicos contra el acoso sexual a bordo en algunas aerolíneas, así como los vacíos legales a la hora de proteger a las víctimas. Las dos víctimas decidieron hablar de lo que vivieron para que su experiencia sirva de advertencia y, sobre todo, para exigir cambios. Porque ni las mantas, ni la edad, ni la aerolínea deberían ser excusas para que la justicia no opere adecuadamente.