La tragedia vuelve a golpear Afganistán. Un terremoto de magnitud 6,0 sacudió en plena noche la provincia de Kunar y otras zonas del este del país, dejando al menos 600 muertos y más de 3.000 heridos, según datos preliminares de las autoridades compartidos por Save the Children. Entre las víctimas hay un número significativo de niños y niñas, cuya situación preocupa especialmente a las organizaciones humanitarias.
“Fue alrededor de la medianoche cuando sentimos el terremoto, y fue extremadamente intenso. Los temblores eran tan fuertes que ni siquiera podíamos abrir la puerta, pero el movimiento rompió parte de la pared, lo que me permitió saltar [fuera de la casa]”, relata a Save The Children, Azam [nombre ficticio], un médico de 52 años que vive en la provincia de Kunar y estaba en casa cuando ocurrió el seísmo. “Afortunadamente, los niños y niñas no estaban en casa. Si hubieran estado dentro con nosotros, no estoy seguro de que hubiéramos podido salvarlos. Todas nuestras habitaciones están dañadas; nuestras pertenencias están bajo los escombros. Todavía sentimos [temblores del] terremoto a nuestro alrededor.”
El testimonio de Azam refleja la angustia de muchas familias que lo perdieron todo en cuestión de segundos y que aún conviven con las réplicas. A la destrucción causada por el movimiento sísmico se suma otro golpe: en los últimos días, lluvias torrenciales provocaron inundaciones repentinas que arrasaron viviendas y carreteras en la misma provincia, de acuerdo con Naciones Unidas.

Las labores de rescate avanzan lentamente, con carreteras bloqueadas por derrumbes y pueblos incomunicados en esta región montañosa. La devastación se suma a las recientes inundaciones que ya habían dañado viviendas e infraestructuras en Kunar, lo que multiplica la vulnerabilidad de las familias.
“Riesgo de más daños y víctimas”
En medio de este escenario, desde Save the Children están marcando un llamado urgente a la acción. Samira Sayed Rahman, directora de Incidencia de la organización en Afganistán, advirtió que muchas de las viviendas no estaban preparadas para soportar un terremoto de esta magnitud. “Las réplicas continúan, causando terror en los niños y niñas y aumentando el riesgo de más daños y víctimas”, explicó.
Las secuelas del desastre no son solo físicas. El impacto emocional es especialmente duro en la infancia, que ya vivía bajo condiciones difíciles de pobreza, desplazamiento y falta de servicios básicos. En palabras de Rahman: “Los niños y niñas y sus familias necesitan apoyo urgente: con la probable destrucción de tantas viviendas, necesitarán alimentos, agua potable, refugio y artículos esenciales para el hogar. La verdadera magnitud de la devastación aún está emergiendo, pero sabemos que los niños y niñas siempre son los más vulnerables tras un desastre”.
Este énfasis en la vulnerabilidad infantil refleja la experiencia acumulada por Save the Children, que desde 1976 trabaja en Afganistán en programas de salud, educación, nutrición y protección infantil. La organización ha mantenido su presencia incluso en periodos de conflicto y crisis prolongadas, adaptando su intervención a emergencias como la actual.

Llamado urgente
Rahman también subrayó las dificultades logísticas que enfrentan los equipos en terreno: aldeas enteras se encuentran aisladas por rocas que bloquean caminos, lo que retrasa la llegada de ayuda vital. La respuesta inmediata está enfocada en desplegar equipos médicos y distribuir insumos básicos, pero la magnitud del desastre hace necesario un esfuerzo internacional coordinado.
Por ello, Save the Children lanzó un llamamiento urgente a la comunidad internacional. El objetivo es movilizar recursos financieros de manera inmediata y garantizar que la asistencia llegue sin demora a las familias más afectadas. La ONG habilitó además un canal de donaciones en línea para facilitar la participación de quienes quieran contribuir desde cualquier parte del mundo.
La situación en Kunar y en las provincias vecinas de Nangarhar y Laghman sigue siendo crítica. Mientras las réplicas mantienen en vilo a la población, la combinación de terremoto e inundaciones ha dejado a miles de familias sin techo ni medios de subsistencia. Las declaraciones de Rahman ponen en el centro a la infancia, recordando que tras cada cifra hay rostros concretos, miedos reales y un futuro en riesgo.
Sin un apoyo inmediato y sostenido, la niñez afgana —ya golpeada por años de inestabilidad y carencias— corre el riesgo de quedar desprotegida frente a esta nueva emergencia.