Desigualdad

Mujeres que desafían el veto sagrado del sumo: la lucha por entrar en un dohyo prohibido

Esta exclusión está siendo objeto de debate en Japón. Aún no está claro si la nueva primera ministra, la ultraconservadora, Sanae Takaichi, podrá seguir los pasos de sus antecesores y brindar el trofeo al campeón cuando finalice el torneo

Desde el interior del gimnasio de Sídney donde entrena, Wenee Yap reconoce que su pasión por el sumo es accidental. “No tengo la constitución de la luchadora clásica, peso 66,9 kilos, lo que me coloca con desventaja en mi división”, reconoce. A pesar de ello, se proclamó campeona amateur de Oceanía en abril. No es la única razón por la que se siente una afortunada, las mujeres no pueden practicar esta disciplina de manera profesional porque el dohyo, o el ring, es sagrado, pero sí pueden competir como aficionadas. Así lo marca la tradición que continúan los más puristas en Japón. Opinan que son impuras por tener la menstruación y que no pueden ni siquiera pisar la tarima circular. “Es hipócrita”, asevera Wenee, “si permitían que las mujeres fueran explotadas en el pasado, ¿por qué no dejarlas estar ahí ahora?”. Se refiere a la permisividad previa a la era Meiji, cuando hasta 1868 las mujeres podían competir de manera profesional mientras lucharan desnudas de cintura para arriba.

John Traill, vicepresidente de la Federación Internacional de Sumo y presidente de la Federación de Sumo de Australia desgrana algunos detalles históricos sobre el papel de las mujeres. Ríe al teléfono cuando recuerda cómo, recientemente, una periodista holandesa intentó sacarle que él estaba en contra de que el sumo femenino se profesionalice. “Me crié con siete mujeres, cómo voy a pensar eso”, destaca. Comparte en un escrito la perspectiva de una amiga suya que, como Wenee, entrena con él.

Mujeres en topless

“Solían dejar que las mujeres lucharan en topless para entretenimiento de los hombres. Sí, mujeres en topless en el dohyo sagrado. Este “antiguo” acto sintoísta que montan hoy en día es una farsa”, esgrime.

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Luchadores de Sumo en un torneo en Londres
Efe

“Hay obras de arte anteriores [al año 720] en las que aparecen mujeres luchando, y muchas obras de arte posteriores. Las mujeres han practicado la lucha libre en Japón desde la prehistoria”, rememora. Afirma que la prohibición formal llegó en 1868 y que “sólo quedamos excluidas por las influencias posteriores del confucianismo y el catolicismo”, sentencia.

Presión sobre la primera ministra, Sanae Takaichi

Esta exclusión está siendo objeto de debate en Japón. Durante este mes se celebra en Fukuoka, ciudad al suroeste del país, uno de los seis grandes campeonatos anuales más relevantes de sumo. Aún no está claro si la recién electa primera ministra, la ultraconservadora, Sanae Takaichi, podrá seguir los pasos de sus antecesores y brindar el trofeo al campeón cuando finalice el torneo. De hacerlo, tendría que entrar en el dohyo y estaría desafiando esta regla tácita que impide a las mujeres pisar este espacio reservado. El secretario jefe de su gabinete, Minoru Kihara, afirmó esta semana que la mandataria “desea respetar la tradición y la cultura del sumo”. Aunque parece improbable que Takaichi presione para que el género no sea un argumento, cada vez más de ellas practican este deporte de manera amateur y sueñan con que se profesionalice.

La primera ministra de Japón, Sanae Takaichi
EFE

“La manera de competir de las mujeres puede ser muy distinta a la de los hombres. Las mujeres luchamos por diferentes razones”, sostiene Wenee. “Luchamos para sentir que nos las arreglamos solas y que tenemos cierto poder en un mundo que puede ser inquietante. Las mujeres luchamos para protegernos, para sentirnos empoderadas y para encontrar nuestra propia identidad”, agrega. En su caso, identifica claramente qué la llevó a explorar diferentes tipos de lucha hasta llegar al sumo. “Mi padrastro era abusivo, así que tenía una razón para ser una persona capaz físicamente”.

A Wenee no le sorprende que las mujeres tengan prohibido competir de manera profesional porque forma parte de la “cultura patriarcal que tiene Japón. Defiende que el sumo es un deporte que requiere una disciplina “brutal” en la que muy pocos llegan a vivir de ello. Entiende que haya “cierta oposición” a que ellas deban llevar a cabo estos sacrificios, aunque “eso no significa que no podamos cuestionar esto”.

Sal ‘purificadora’ por la presencia de mujeres

Uno de los mayores cuestionamientos de la historia reciente del sumo sucedió en 2018. Durante un torneo de exhibición, el alcalde de Maizuru, ubicada a cien kilómetros de Kioto, sufrió un derrame cerebral mientras daba un discurso en el centro del dohyo. En el momento en que se desplomó, varias espectadoras y una enfermera que se encontraba entre el público entraron en el círculo para atender al político. El árbitro las instó en repetidas ocasiones a que abandonaron aquel lugar “sagrado”. Cuando todo pasó y el ring quedó desalojado, los oficiales esparcieron sal considerada como “purificadora” sobre el área, algo que se suele hacer antes de los combates. Los árbitros negaron que fuera porque las mujeres pisaran el dohyo. Este episodio generó controversia a nivel nacional y el presidente de la asociación de sumo tuvo que pedir disculpas.

Género teatral japonés que combina actuación, declamación y música, en el que los papeles femeninos son representados por hombres
Género teatral japonés que combina actuación, declamación y música, en el que los papeles femeninos son representados por hombres

Cuando las situaciones de género y los poderes cambian en el mundo, como estamos viendo, es natural que los hombres piensen que, en este caso, consideren [que el dohyo] es suyo. Por debajo de todas las razones, esta es la razón”, apunta Wenee. A su entender, los hombres deben darse cuenta por sí solos y las mujeres no deben ser “agresivas” a la hora de conseguir su sitio en en el sumo. “Nos encontraríamos en un término medio si comunicáramos mejor cuál es el verdadero problema: ¿por qué los hombres puristas japoneses se sienten tan amenazados porque las mujeres entremos en este deporte?”.

Quien ha entrado en este diálogo desde la defensa a ultranza del acceso de las mujeres al sumo es John Traill, quinto mejor clasificado del mundo en dos ocasiones. Sin embargo, aunque su deseo es que el sumo femenino se profesionalice, considera esta posibilidad “remota” y no sólo por la barrera de los sectores más arraigados de esta disciplina. “Las dificultades prácticas y financieras de duplicar tal sistema [el de los varones profesionales] son grandes y la posibilidad de atraer a un público masivo como el deporte masculino, culturalmente venerado, es remota en el mejor de los casos”, sostiene. Traill nos ayuda a poner la realidad del sumo masculino en perspectiva.

“Régimen similar a la esclavitud”

Hay seis divisiones en el sumo masculino. Sólo los 70 luchadores de las dos divisiones superiores tienen un salario decente. Son los afortunados que pueden permitirse salir de los estrictos establos de sumo. Allí viven el resto de los 589 luchadores que componen las cuatro divisiones inferiores. Reciben un pequeño salario que les da para subsistir y el férreo control al que están sometidos les impide llevar una vida normal. Incluso si desean casarse, deben pedir permiso a su jefe. “Están sujetos a un estricto régimen similar a la esclavitud”, señala Traill. “Muchos abandonan en su primer año debido a las durísimas condiciones de vida y al agotador entrenamiento”. Incluso si alguno de los integrantes de las dos primeras divisiones se lesiona, eso conlleva una bajada o la pérdida total de su sueldo.

“Lo ideal sería que el sumo femenino obtuviera el reconocimiento que merece, pero creo que hasta que el pueblo japonés no lo considere auténtico y no conozca su existencia, las pocas mujeres que aspiran a cobrar por su pasión tendrán que esperar”, reconoce Traill.

El crecimiento de este deporte hace que a la ecuación se unan otros países además de Japón. “Hay mucho entusiasmo en el circuito amateur”, comenta Wenee, “y esto puede servir para tener un diálogo con la tradición del sumo en Japón”. Sobre si hay manera de que el sumo evolucione, su postura es más optimista que la de su maestro.

“Creo que hay potencial para el cambio y esto hace que estemos en el punto más interesante de la historia”, sentencia.

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