Llegaron a media noche, con el gesto cansado, la ropa arrugada y una frase que repiten en cada entrevista: “No estamos todas. Falta Reyes Rigo”. Han pasado casi una semana encerradas en la prisión de Ketziot, en el desierto del Néguev, después de que las embarcaciones en las que viajaban rumbo a Gaza, fueran interceptadas por las fuerzas israelíes.
Lucía Muñoz y Alejandra Martínez, en contacto con este periódico durante el mes de travesía, están ya en España, pero su regreso sigue incompleto. Su compañera Reyes Rigo continúa detenida, acusada de haber mordido a una funcionaria de la cárcel.

“Este lunes fuimos deportadas”, explica Lucía a Artículo14. “Muchas han vuelto a Barcelona, Bilbao o Madrid, pero no estamos todas. Falta Reyes Rigo. Lo último que sabemos de ella es que sufrió un episodio de extrema violencia”, explica en conversación con este periódico.
Esa violencia, según explican, no fue más que el final de una cadena de abusos y maltrato penitenciario. Durante las noches, los funcionarios israelíes las despertaban, las movían de celda y las privaban del sueño. Alejandra lo recuerda con precisión: “Nos despertaban, nos movían…”. “Éramos catorce en una celda de cinco. Dormíamos en el suelo”, denuncia.

“A Reyes se la llevaron con otra compañera”
Ketziot es una prisión de máxima seguridad en medio del desierto de Néguev. Un lugar donde el calor y el silencio se mezclan con el control. “Sufrimos la entrada masiva de unos veinte agentes de la cárcel vestidos con trajes antidisturbios, seis de ellos con subfusiles de asalto con mirilla láser y un perro”, relata Alejandra. “Nos obligaron a sentarnos al final de la celda. Y a Reyes se la llevaron con otra compañera. No sabemos nada más de ella desde entonces ni cómo ha sido tratada”, lamenta.
Lo cierto es que el relato de Lucía y Alejandra coincide con el del resto de activistas de la Flotilla, que desde que volvieron han denunciado un patrón de abusos durante su detención. Hablan de golpes, insultos, privación del sueño y amenazas con armas.
La versión israelí
La versión israelí, diametralmente opuesta, asegura que Reyes mordió a una funcionaria del servicio médico. Pero sus compañeras insisten en otra historia: la de una mujer arrastrada por el pelo, sacada de su celda y confinada en aislamiento.
“Nos sacaron por la fuerza, con las manos maniatadas y a rastras”, dice Lucía. “Ciudadanas del norte global con todo el mundo mirando. Imagina lo que pueden hacer con las víctimas del pueblo palestino”, explica a Artículo14.

Lo que queda
A pesar de que tanto Lucía como Alejandra son de Mallorca, desde su regreso, se han quedado en Madrid. En conversación con este periódico aseguran que no volverán a su isla hasta hacerlo junto a Reyes. “Exigimos al Gobierno de España que la traiga de vuelta cuanto antes”, repiten. Han hablado con abogados, organizaciones y representantes públicos, pero detrás de los trámites hay un gesto más básico: mantenerse juntas mientras una sigue encerrada.

La ausencia
Reyes Rigo, mallorquina, acupuntora y cooperante, viajaba en el barco Adara. Participó en la flotilla para llevar ayuda a Gaza y denunciar el bloqueo. Su nombre se ha convertido ahora en símbolo de una detención que las activistas consideran “injusta”, mientras las autoridades israelíes la mantienen recluida -sin cargos- mientras continúan las investigaciones.

Lucía y Alejandra insisten en que su caso no puede quedar en silencio. Lo hacen con serenidad, pero preocupadas. “No vamos a parar hasta que salga”, sentencian.