“Macron sigue sin haber entendido el resultado de las elecciones de 2024”. La frase -la primera en su conversación con Artículo14- del politólogo Cesáreo Aguilera, sintetiza la sensación que atraviesa Francia: un presidente atrapado en la inestabilidad, incapaz de encontrar un rumbo que no sea provisional. Ni la dimisión de François Bayrou ni el nombramiento exprés de Sébastien Lecornu como nuevo primer ministro -el tercero en menos de un año- han devuelto al Elíseo la iniciativa.
Un presidente sin brújula
Macron gobierna desde hace meses bajo la espada de Damocles. Pierde apoyos en el Parlamento, se enfrenta a protestas masivas en la calle y encadena primeros ministros con la misma cadencia con la que se suceden las crisis. Bayrou cayó esta semana tras la derrota de su plan de ajuste en la Asamblea.

Lecornu, que lo sustituye, hereda una tarea complicada: convencer a los franceses de una motosierra social que, todavía sin aplicarse, ya ha generado una crisis similar a la de los chalecos amarillos en 2018.
“La minoría mayoritaria fue el nuevo Frente Popular. El nuevo primer ministro es más de lo mismo, no tiene futuro”, augura Aguilera. Lo que en otras democracias se presentaría como un relevo normal, en Francia se convierte ahora en un parche que no alivia el malestar social.
La calle como termómetro
Las protestas no son un telón de fondo, son el verdadero escenario de la política francesa. Desde París hasta Marsella, miles de ciudadanos volvieron a salir esta semana contra los recortes y el ajuste previsto en los presupuestos de 2026. Bloqueos en el transporte, huelgas parciales y un grito común en todas las pancartas: “Macron, dimisión“.
“Las movilizaciones sociales en Francia siempre son relevantes. Lecornu tendrá que moderar el programa de ajustes y austeridad que antes anunció Bayrou”, advierte Aguilera. Pero el margen es mínimo: Bruselas presiona para cumplir con el déficit y los mercados financieros acechan cada movimiento.
La extrema derecha espera su turno
Cada crisis de Macron alimenta una pregunta: ¿es inevitable la victoria de la extrema derecha en 2027? Marine Le Pen no podrá ser candidata por su inhabilitación, pero su delfín, Jordan Bardella, crece en las encuestas.
“Bardella sí. Además, al ofrecer un perfil algo menos agresivo que el de ella, puede tener más éxito”, subraya Aguilera. La amenaza es clara: si Macron no logra recomponer alianzas, el camino hacia el Elíseo puede allanarse para la ultraderecha más pronto que tarde.
La oportunidad perdida
En este tablero fracturado, Macron aún tenía una jugada posible. “La operación inteligente hubiera sido designar a un primer ministro socialista de consenso, con el apoyo de la derecha conservadora y de los macronistas. Esa alianza habría descolocado a los ultras y a la Francia insumisa”, explica Aguilera.
No ocurrió. El presidente eligió a un hombre de confianza, pero no un puente hacia la estabilidad. El riesgo ahora es que Lecornu dure lo mismo que sus predecesores, confirmando la imagen de un poder que se agota por desgaste.
Un país en la cuerda floja
Francia no está solo ante una crisis política; es un país paralizado. La deuda pública se dispara al 114% del PIB, el déficit no baja y la fractura social crece. A cada dimisión le sigue un nombramiento. A cada nombramiento, una protesta. Y a cada protesta, un nuevo síntoma de la desconexión entre el Elíseo y la calle.
El diagnóstico de Aguilera resume el momento: Macron “sigue sin haber entendido” el mensaje de las urnas. Francia termina la semana con un nuevo primer ministro, un Parlamento dividido y protestas que mantienen la tensión en la calle. Macron afronta ahora la negociación de los presupuestos y la presión de una oposición que ya piensa en 2027.