La llegada al poder de Sanae Takaichi en Japón ha vuelto a mover un mapa que parecía detenido. El país asiático se convierte así en el número 30 del mundo con una mujer al frente de su Gobierno, un dato que debería resultar alentador y que, sin embargo, revela lo contrario: más del 85% de los Estados siguen siendo dirigidos por hombres.
La nueva primera ministra japonesa, ya apodada como la nueva dama de hierro del país nipón, se une a una lista que incluye nombres como el de Giorgia Meloni en Italia, Mette Frederiksen en Dinamarca, Kristrún Frostadóttir en Islandia o Xiomara Castro en Honduras. También a las dos únicas mujeres al frente de gobiernos africanos: Netumbo Nandi-Ndaitwah, primera ministra de Namibia, y a Samia Suluhu Hassan, jefa de Estado en Tanzania. La proporción mejora apenas una décima respecto al año anterior.

La política mundial sigue siendo masculina
El liderazgo femenino no ha dejado de crecer desde los años noventa, pero el ritmo es tan lento que la ONU calcula en su último informe que la paridad en las jefaturas de Gobierno no se alcanzará antes de 2150. La presencia de mujeres en los gobiernos ronda el 23%, y sólo nueve países -entre ellos España, Chile o Finlandia– han alcanzado la paridad o la superan.
El resto mantiene un patrón estable: las ministras suelen ocupar carteras de contenido social -igualdad, cultura, infancia o bienestar- mientras los ministerios con peso político, como defensa, economía o interior, siguen siendo territorio masculino. Y en ese reparto desigual, las cifras globales apenas se mueven.

Parlamentos, gobiernos y representación
El desequilibrio también se observa en los parlamentos. Las mujeres ocupan el 27% de los escaños en las cámaras nacionales, un avance respecto al 11% de 1995, pero aún lejos de la igualdad. Solo seis países han alcanzado o superado el 50%: Ruanda, Cuba, Nicaragua, Andorra, México y Emiratos Árabes Unidos. En otros veinte, la presencia femenina no llega al 10%.
España, que ha logrado una de las tasas más altas de representación parlamentaria en Europa, nunca ha tenido una presidenta del Gobierno. Y no parece, por lo que apuntan las encuestas, que la vayamos a tener en 2027. Tampoco Alemania tras la salida de Angela Merkel, ni Estados Unidos, donde la vicepresidenta Kamala Harris y después candidata ha sido la figura más cercana al poder.

Entre el símbolo y la realidad
La llegada de Takaichi al poder tiene un valor simbólico indiscutible. Japón, tercera economía del mundo, había sido hasta ahora una excepción entre las democracias desarrolladas: ninguna mujer había liderado su Ejecutivo. Pero su ascenso no necesariamente implica un cambio estructural. En su gabinete, sólo dos de los veinte ministerios estarán ocupados por mujeres.
El fenómeno no es nuevo. Muchas de las líderes que alcanzan la jefatura del Estado lo hacen en contextos de crisis, como figuras de consenso o candidatas únicas. Otras gobiernan con partidos que mantienen estructuras profundamente masculinas. El resultado es una igualdad formal que no siempre se traduce en poder real.

Un progreso lento y desigual
Las políticas de cuotas han ayudado a acelerar la presencia de mujeres en las instituciones, pero el avance sigue siendo insuficiente. En los países con cuotas legisladas, la representación femenina en los parlamentos es cinco puntos superior a la media mundial. Sin embargo, la violencia política contra mujeres -especialmente en redes sociales- ha crecido en los últimos años, y muchas candidatas siguen enfrentando obstáculos económicos y mediáticos para competir en igualdad.
La ONU recuerda que la igualdad política es esencial para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de 2030. Pero la meta está lejos. En los gobiernos locales, donde la representación femenina alcanza el 35%, el crecimiento se ha estancado.
El techo que persiste
Treinta mujeres gobiernan hoy el mundo. La cifra, histórica en términos absolutos, se desvanece en perspectiva: de los 195 Estados del planeta, más de 170 siguen dirigidos por hombres. El caso japonés lo confirma. Que una mujer llegue a la cúspide del poder puede ser un avance, pero la verdadera paridad no se medirá hasta que esto deje de ser noticia.