Entrevista

El documental que prueba que “no estamos locas”

María Bestar estrena "No estás loca" una pieza sobre violencia vicaria en la que participan víctimas de violencia como Ruth Ortiz y Juana Rivas con actores como Luis Tosar o Eduard Fernández

Maria Bestar
IGC

María Bestar es cantante, compositora, actriz, guionista, directora, productora y también víctima de violencia de género y vicaria. No fue sencillo para ella entender lo que le estaba pasando y para ayudar a otras mujeres y para despertar a la sociedad ha realizado el documental No estás loca. La verdad sobre la violencia vicaria, que se ha estrenado esta semana. En él se entremezclan los testimonios de varias víctimas, algunas tan conocidas como Ruth Ortiz y Juana Rivas; con las opiniones de expertos y los cameos de reputados actores como Eduard Fernández, Luis Tosar y Maxi Iglesias.

¿Cómo reaccionaron las mujeres cuando les propuso contar su historia?

La respuesta general es: “sí, por favor”. Hay miedo, claro: algunas me dicen “tengo que hablarlo con mi abogado”, otras prefieren que no se vea su cara o usan otro nombre. Pero el deseo de hablar es muy fuerte. Muchas sienten que ya no tienen nada que perder y que, al menos, su historia puede servir para proteger a otras.

Y luego está la sororidad: se apoyan entre ellas, se acompañan a entrevistas, se animan en los grupos cuando alguna está hundida. Muchas me decían: “quiero salir, quiero que se sepa lo que ha pasado”. Esa confianza también tiene que ver con que saben que yo soy víctima, que no voy a comerciar con su dolor ni a vender las entrevistas a una cadena de televisión, aunque me las hayan pedido “ofreciendo lo que quisiera”.

María Bestar
IGC

Se informa poco de violencia de género y casi siempre cuando hay un asesinato. ¿La sociedad tiene una idea estereotipada de lo que es la violencia de género?

Totalmente. Y te diría algo muy duro: ni siquiera yo entendía bien lo que era la violencia de género hasta que la viví. Yo venía de trabajar en Latinoamérica con mujeres quemadas con ácido, mutiladas, casi asesinadas. En mi cabeza, violencia de género era eso: los golpes, la sangre, lo extremo.

Mientras tanto, yo misma normalizaba un montón de conductas que luego he aprendido que son violencia de género de libro. No lo veía hasta que apareció la violencia física, y ni siquiera sobre mí, sino sobre mis hijos. Ahí se me cayó la venda.

¿Cree que pasa lo mismo con la violencia vicaria? Tendemos a entender que la violencia vicaria es solo el asesinato

Sí. La mayoría de la gente ni siquiera sabe qué es la violencia vicaria. Muchos me preguntan si tiene que ver con “la vicaría” de la Iglesia. No saben de qué hablamos. Y los que más o menos han oído el término lo asocian únicamente al asesinato de los hijos.

Claro que el asesinato es violencia vicaria, pero no es la única forma. Como dice Ruth en el documental, hay dos tipos: la que se ejerce de golpe, con el asesinato, y la que se ejerce poco a poco, como una tortura que se prolonga en el tiempo usando a las criaturas para hacer daño a la madre. Esa violencia vicaria “de goteo” es la que es más difícil de ver y la que destroza más.

Los asesinatos son casos extremos. ¿Cómo es la violencia vicaria más habitual y rutinaria?

Es mucho más cotidiana y “normalizada” de lo que imaginamos. Es ese padre que amenaza durante años con “si me dejas, no vas a volver a ver a los niños”. Es el que no da los medicamentos, el que no contesta al teléfono cuando los críos están con él, el que incumple los acuerdos de visitas para castigar a la madre.

Es usar a los hijos como arma: hablar mal de la madre, manipular, ponerlos en medio del conflicto, hacerles elegir. Es forzar revinculaciones con padres violentos, obligar a criaturas que han visto cómo intentaban matar a su madre a seguir yendo de visita a la cárcel. Todo eso es violencia vicaria, aunque no acabe en asesinato.

La artista María Bestar en los premios Forqué
Efe

 ¿Un maltratador puede ser un buen padre?

No. Si un hombre es violento, no puede ser un buen padre. Un hombre con antecedentes penales por violencia de género, condenado por maltratar, no debería tener ni custodia ni visitas con una criatura.

Es una incoherencia brutal del sistema: en el cine no puedes dejar entrar a un menor a ver una película con cierta violencia, pero sí puedes obligar a una niña a visitar al agresor de su madre.

 ¿Cuesta todavía entender esto?

Muchísimo, sobre todo dentro del sistema judicial. Se sigue separando al “padre” del “maltratador”, como si fueran dos personas distintas. Se piensa: “bueno, maltrata a la madre, pero puede ser un buen padre”. Y no.

Y aquí entra el machismo estructural y la herencia del ‘pater familias‘. Venimos de un modelo en el que la patria potestad era solo del padre, en el que él podía dar en adopción a un hijo sin consultarle a la madre. Eso es ayer, históricamente hablando. El sistema judicial, además, es de los que menos se ha reciclado, y esa mirada patriarcal sigue ahí: al padre se le perdona todo.

¿Le ha afectado personalmente escuchar estas historias tan estremecedoras?

Sí, claro. Me ha removido cosas mías y, además, soy humana: escuchar tanto dolor te afecta. Me genera mucha impotencia, la sensación de que me gustaría hacer más y de que, dentro de mi campo, lo que hago siempre es poco para lo que ellas necesitan.

Al mismo tiempo, ellas han sido increíblemente solidarias conmigo. Las madres que han perdido a sus hijos son las que me escriben para preguntarme cómo estoy, para decirme “respira, estamos contigo”. Eso te da una fuerza enorme y te recuerda por qué estás haciendo este trabajo.

Habla con madres que entregan a sus hijos e hijas a padres con informes de abusos, niños que se niegan a ver a sus padres y no se les escucha

Eso es lo más descorazonador: que no hablamos solo de mujeres, hablamos de criaturas. Por ley, un hijo o hija de víctima de violencia de género es víctima también, pero en la práctica se les obliga a revincularse con los agresores.

María Bestar se ha recorrido España recogiendo testimonios de violencia
IGC

Hay madres a las que les quitan la custodia por denunciar abusos sexuales y a los niños los meten en centros de menores o se los entregan al progenitor denunciado. A ninguna víctima adulta le exigimos revincularse con su agresor, pero a los niños sí. Al final lo que pesa es el “derecho” del progenitor por encima del derecho de la criatura a vivir en paz.

¿Es consciente la sociedad de las miles de mujeres que están sufriendo y destruidas en España?

No, en absoluto. La mayoría no tiene ni idea de la magnitud del problema. Cuando cuentas cifras —mujeres asesinadas, niños asesinados, porcentaje de jóvenes que viven bajo violencia— la reacción suele ser de incredulidad: “anda ya, eso no puede estar pasando aquí”.

Con otros temas, como el terrorismo de ETA, la sociedad sí salió masivamente a la calle. En violencia de género y violencia vicaria tenemos cifras escalofriantes y, sin embargo, no hay esa movilización. Creo que, en parte, porque no se nombra bien: no se dice “el machismo vuelve a matar”, se dice “un hombre mata a su mujer”, como si fueran casos aislados y no algo estructural.

Maxi Iglesias, Eduard Fernández, Luis Tosar… Ha elegido actores hombres. ¿Los hombres solo escuchan a los hombres?

No creo que solo escuchen a los hombres, pero sí creo que, si ven a hombres referentes posicionándose, bajan más la guardia. Por eso decidí que fueran ellos: son algunos de los mejores actores que tenemos en España, son muy respetados y, además, son hombres feministas y maravillosos.

Su presencia lanza varios mensajes: que esto no es una guerra contra los hombres, que se puede ser hombre, exitoso y feminista sin que pase nada, y que los hombres también tienen un papel activo en la defensa de los derechos de las mujeres y de los niños.

Me han comentado que Luis Tosar se emocionó escuchando algunos testimonios. ¿Cómo reaccionaron ellos? ¿Les sorprendieron las historias?

Lo desconocían casi todo. Lo primero fue explicarles qué era la violencia vicaria, porque ninguno tenía claro el concepto. Todos dijeron que sí al proyecto, pero ninguno sabía realmente la dimensión de lo que pasa hasta que se sentaron a escuchar las historias.

Cuando oyeron a madres decir “tengo informes y aun así tengo que entregar a mi hijo al padre” no se lo podían creer. Salieron muy tocados.

Entrevista a Juana Rivas y Ruth Ortiz: dos mujeres que han sufrido violencia vicaria. Ruth genera simpatía, Juana no tanto

Con Juana ha habido una auténtica caza de brujas. A la gente le puede caer bien o mal, pero los datos son los que son: su ex tenía antecedentes penales y ella denunció intentos de asesinato. Volvemos a la misma pregunta de siempre: ¿por qué los hijos de una víctima de violencia de género tienen que seguir teniendo trato con el agresor?

La justicia no está para “concebir” si un padre puede ser buen padre a pesar de maltratar a la madre. Está para aplicar la ley. Y si la ley dice que un condenado o investigado por violencia de género no puede tener acceso a sus hijos, no puede haber un articulito que deje la última palabra a la opinión personal de un juez o una jueza. Ahí se cuela todo el sesgo.

¿Solo se cree a las mujeres cuando las asesinan o asesinan a sus hijos e hijas?

Sí. Rotundamente sí. Mientras están vivas son “histéricas”, “locas”, “manipuladoras”. Cuando las matan —o matan a sus criaturas— entonces se las convierte en mártires. Es muy cruel.

En vida se duda de su palabra; muertas se convierten en “pobrecitas”. Y con Juana se ve clarísimo: se mira su carácter, si cae bien o mal, pero se obvia que quien tenía antecedentes y una conducta violenta era él.

¿Somos todas locas en los juzgados a los ojos de la justicia? ¿Puede una mujer denunciar a un hombre y no sufrir violencia institucional? 

Ojalá pudiera decir que sí es posible denunciar sin sufrir violencia institucional, pero hoy por hoy es muy difícil. Hay jueces y juezas excelentes, con perspectiva de género y de infancia, y ojalá se clonen. Pero el sistema, en general, sigue siendo muy hostil.

Con los niños la vulneración de derechos es constante. Tenemos leyes que reconocen sus derechos y, sin embargo, en la práctica se les trata como si mintieran, fabularan o fueran tontos. Lo irónico es que se les cree cuando hablan mal de la madre, pero si señalan al padre se dice automáticamente “eso es que la madre les lava el cerebro”.

Se archiva un porcentaje altísimo de denuncias de abusos a menores, no porque no haya pruebas, sino porque es muy doloroso admitir que en nuestra sociedad esto ocurre muchísimo. Igual que la Iglesia tapó sus abusos, ahora el sistema judicial está tapando muchos abusos a menores. Europa ya nos ha dado varios toques por esto.

Si algo de lo que has leído te ha removido o sospechas que alguien de tu entorno puede estar en una relación de violencia puedes llamar al 016, el teléfono que atiende a las víctimas de todas las violencias machistas. Es gratuito, accesible para personas con discapacidad auditiva o de habla y atiende en 53 idiomas. No deja rastro en la factura, pero debes borrar la llamada del terminal telefónico. También puedes ponerte en contacto a través del correo o por WhatsApp en el número 600 000 016. No estás sola.