Música

El Niño de Elche y Raül Refree se unen a la “oleada católica” con ‘Cru+es’

Un álbum de electrónica sacra, ruido y liturgia laica en el que Niño de Elche y Raül Refree dialogan con la fe, la duda y la oscuridad

El Niño de Elche y Raül Refree se unen a la "oleada católica" con 'Cru+es'
El Niño de Elche y Raül Refree se unen a la "oleada católica" con 'Cru+es'

En 2025 la cultura española parece haber descubierto que la iconografía católica no solo pertenece a los catecismos. Lux, el cuarto disco de Rosalía, llega como una misa pop atravesada de cruces, coros, imaginería sacra y un discurso explícito sobre Dios, la fe y la muerte, hasta el punto de que se ha hablado de una “fase católica” de la artista y de un volantazo estético hacia la iconografía cristiana. Al mismo tiempo, Los domingos, de Alauda Ruiz de Azúa, convierte la vocación de una chica de 17 años que quiere ser monja de clausura en un drama íntimo que toma en serio la fe y la vida conventual, lejos del sarcasmo anticlerical habitual: “Aunque no seas creyente, el catolicismo está intrincado en nuestra cultura”, recordaba la directora a Artículo14.

En esa misma oleada —que algunos análisis han descrito como un giro de la cultura “hacia Dios”, donde monjas, crucifijos y éxtasis místico reaparecen sin ironía, como vía de búsqueda en tiempos de vacío ideológico— aterriza ahora Cru+es, el nuevo proyecto de El Niño de Elche y Raül Refree. No es un disco religioso, pero sí un disco atravesado por lo sacro. Y, sobre todo, es una obra que usa la espiritualidad para pensar el presente: la distopía, el cuerpo, el ruido, la amistad, el tiempo.

Un disco “sacro” en tiempos distópicos

Estamos en un momento de mutaciones en lo social, en lo político, en lo cultural. Eso afecta de manera determinante a la creatividad. Esta es la verdad de la que parten los creadores. El marco es claro: un tiempo en el que hemos “abandonado la palabra futuro” en las conversaciones, un clima distópico que inevitablemente termina filtrándose en la obra.

Niño de Elche responde situando Cru+es en ese terreno inestable: “Este disco está basado en textos espirituales, sacros, hay una búsqueda de cuáles son los límites de lo corpóreo y lo espiritual en la vida, la muerte”. No se trata de ilustrar una doctrina, sino de explorar un umbral: qué pasa cuando el cuerpo, la voz, el sonido y la palabra se cruzan con lo que solemos llamar alma.

El Niño de Elche durante su taller de expresión vocal en el Observatorio de lo Invisible
El Niño de Elche durante su taller de expresión vocal en el Observatorio de lo Invisible
Lupe de la Vallina

El resultado, dicen, tiene algo de bálsamo: quien escucha el disco entra en “un extraño stand-by reflexivo”. Pero ese descanso no tiene nada de fácil. Raül Refree avisa: “A pesar de que no es un disco amable a nivel de sonido, no intenta buscar un confort en lo pulcro. Es un disco que busca la ruptura en el sonido, el ruido, lo sucio. A veces lo sucio es lo bello, lo desagradable puede ser lo más bello y lo más reconfortante”.

Ahí se marcan distancias con cierta espiritualidad New Age que lo limpia todo y promete bienestar sin conflicto. “No hemos querido jugar a que tuviera que ser un viaje como está estipulado en el sentido espiritual, que todo parece que tenga que ser limpio y reconfortante y casi de yoga, sino todo lo contrario. Hemos explorado los límites, porque la espiritualidad tiene su lado oscuro y tiene su lado de preguntas incómodas”, remata.

Mientras Rosalía estetiza lo religioso desde un imaginario católico explícito —portada monumental, velas, referencias místicas y feministas, un “viaje espiritual” dividido en movimientos que algunos han leído como una misa pop contemporánea—, Cru+es se coloca en otra esquina: menos icono y más sombra, menos dogma y más pregunta.

Contra el cliché espiritual

En la conversación aparece varias veces una palabra que ellos mismos dicen querer esquivar: New Age. “Hay unos clichés muy establecidos musicalmente hablando, sobre todo en relación a todos estos términos que estamos diciendo”, explican. Si uno escucha música “que atiende a estas cuestiones”, encuentra disonancias, rugosidades, ruido y silencio que les interesan… pero el riesgo de convertirse en música de fondo para meditaciones también está ahí.

Cru+es intenta precisamente no caer en ese lugar común. Es un disco de electrónica y texturas, “no basado en lo acústico, sino en los sintes polifónicos, en esa ruptura analógica”, puntualiza Refree. A su lado, ya tienen grabado —pero aún inédito— un “primo hermano” acústico de piano preparado y voz, mucho más vacío. Y sueñan con que todo acabe siendo una trilogía.

La liturgia que invocan no es solo temática; es también formal. Hablan del álbum como un todo, un “viaje intrínseco” que hay que “comerse de un bocado”: “Es como cuando un cocinero te dice que te lo comas entero. Este disco es un todo y hay un viaje intrínseco que yo recomiendo”, dice Niño de Elche. En plena era de canciones sueltas para listas algorítmicas, reivindicar el álbum como experiencia indivisible también tiene algo de sacramento laico.

Éxtasis, amistad y técnica al servicio de la emoción

El origen de Cru+es está en un largo noviciado compartido: seis o siete años girando con un concierto titulado Éxtasis, improvisaciones salvajes en teatros como La Villette de París, empezando cada noche “en un lugar” sin saber “hacia dónde iríamos”. Esa cuerda floja generó algo más que repertorio: una amistad musical. “Nos situábamos en lugares tan frágiles, tan complicados, tan de cuerda floja, que siempre necesitabas al otro para que te ayudara. Nos ha gustado mucho esta idea de que no somos dos, sino uno cuando nos juntamos”, resume Refree.

A la hora de grabar, llegaron “con las manos vacías” y salieron con una canción al día durante las primeras sesiones: “Eso no me ha pasado nunca en mi vida”, confiesa el productor. Tanto, que el material que pensaban usar de la gira quedó descartado y acabaron con dos discos distintos. Esa fluidez solo se explica por un modo de trabajo compartido donde la técnica está subordinada al concepto.

“Paco es un cantante que no quiere ser cantante y le da igual cantar bien o mal. Trabaja por el concepto, no quiere demostrar nada con la voz”, dice Refree. “Yo soy un instrumentista al que le da bastante igual la técnica. El virtuosismo solo tiene sentido si llegas a la emoción y al concepto que estás buscando”.

Niño de Elche lo completa desde el terreno de la escucha: más que músicos, se consideran melómanos. “Lo que nos gusta más es escuchar, leer y luego, cuando surge la inspiración o estamos en el estudio, tocar. Reivindico la escucha como un acto casi revolucionario”, afirma. En tiempos de consumo distraído, reclaman discos que “plantean reescuchas”, que exigen “sosiego y espacio”. En otras palabras: una espiritualidad de la atención.

Dios, demonios y una fe sin catecismo

En el tramo final de la charla, surge la pregunta por el ateísmo. Niño de Elche responde con una frase que podría servir de poética general del proyecto: “No soy creyente, soy conocedor. En Dios no se cree, Dios existe. Todo el mundo que tenga una experiencia artística sabe de lo que estoy hablando. No tiene que ver con una cuestión religiosa, sino trascendental: la escucha, la idea del tiempo”.

No es casual que Los domingos haya reabierto en el cine el debate sobre la fe sin caer en la propaganda —“el catolicismo está tan integrado en el paisaje que no somos capaces de ver lo contradictorio que tiene ese peso en una sociedad moderna”, decía Ruiz de Azúa— ni que Lux haya encendido polémicas sobre “estetización de lo religioso” y auge de cierto conservadurismo cultural. Cru+es se sitúa en ese mismo mapa, pero abriendo otra brecha: la de una espiritualidad ruidosa, barroca, electrónica, que habla de ángeles y demonios sin preguntar por el credo del oyente.

“Durante todo este tiempo planteándonos preguntas sobre el alma, la espiritualidad, nunca nos hemos preguntado uno al otro en qué creemos”, admiten. “Porque no es importante para hacer música”. Esa es quizá la clave: en esta oleada sacra, el interés ya no está en quién tiene razón, sino en quién se atreve a formular las preguntas necesarias. Y en Cru+es, esas preguntas suenan a sintes, a rugosidad y a liturgia laica compartida entre dos “marcianos” que, a fuerza de ir contra el signo de los tiempos, han terminado sintonizando con él.

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