La diferencia entre lo que se aporta al Estado y lo que se percibe del mismo en términos laborales, parece dar a las mujeres algo de ventaja. No solo por su mayor esperanza de vida, que prolonga sus años de disfrute de los servicios, sino porque el sistema de pensiones les devuelve, en promedio, más de lo que contribuyeron. De media, bajo todos los condicionantes -tipo de régimen, modalidad del retiro, o bases altas o bajas de cotización-, ocurre de esta manera. Aunque en este caso el retorno es algo más abultado.
Según datos de la Fundación de Estudios de la Economía Aplicada (Fedea), el Tanto Interno de Rentabilidad (TIR) de las pensiones en las mujeres se sitúa en promedio en el 4,13%, frente al 3,30% de los hombres. La diferencia (0,83 puntos) representa un 25% más de rentabilidad para ellas. La ratio permite medir cuánto ‘rinde’ el sistema de pensiones para cada persona, comparando lo aportado en cotizaciones con lo recibido en la jubilación, y ajusta ambos flujos al paso del tiempo. El TIR funciona, así, como un activo financiero que anualmente reporta un retorno, ese rendimiento es la ganancia efectiva que obtiene cada cotizante sobre lo aportado.
Una ventaja basada en la compensación
La ventaja femenina se explica por varios factores. El informe señala que “la mayor recepción de complementos para alcanzar el mínimo y el suplemento por brecha de género” son las principales causas. La primera de las ayudas reflejadas eleva la pensión hasta su nivel más bajo por ley, que no puede ser inferior a los 830 euros con cónyuge que no esté a cargo, y de los 874 euros sin él, según datos de la Seguridad Social. El segundo desembolso permite corregir la desigualdad por cuestiones de género en las pensiones contributivas. Así, la Seguridad Social fijó el importe para este año en 35,90 euros mensuales por cada hijo, con el límite de cuatro veces dicho importe.
Al eliminar estos apoyos financieros, el desajuste entre hombres y mujeres se reduce notablemente. Y pasa de 0,83 puntos de diferencia a 0,66 al suprimir las mejoras a mínimos y a 0,54 puntos si se elimina también el suplemento de brecha de género. Lo que muestra que parte de la ventaja femenina se sustenta en los mecanismos de compensación.

Insostenibilidad del sistema
En este sentido, la investigadora de Fedea y coautora del estudio, Inmaculada Domínguez, sostiene, en declaraciones a este medio, que el aumento de la TIR de las mujeres se debe a “sus condiciones más precarias en el mercado laboral”. Y explica: “Aunque la parcialidad en el empleo ya no afecte -un 73% son mujeres-, las cotizaciones más bajas y la inferioridad de los años en activo repercute en las pensiones”.
Conocer el TIR permite valorar la sostenibilidad del sistema. Según los autores del informe, un modelo de transferencias intergeneracional, en el que los ingresos dependen de las contribuciones, es sostenible en el largo plazo si el TIR no supera el crecimiento del PIB real. El estudio estima que la rentabilidad media de toda la red de pensiones es “muy alta”. Un 3,63% anual. Y se sitúa por encima del crecimiento de la economía española en los últimos 40 años (2,24%). Aunque es aún mayor si se compara con el desarrollo esperado como promedio entre 2022 y 2070, según el Ageing Report de 2024 (1,22%).
“Inequidad contributiva”
El número de años cotizados es clave para entender la rentabilidad de las pensiones. Aunque existe un límite. La pensión nunca puede superar el 100% de la referencia de cálculo. Por lo que quienes han trabajado y cotizado durante 36 años y medio, o más, ya alcanzan la pensión máxima a la que tienen derecho según sus aportaciones. A partir de ese punto, los años adicionales, además de no aumentar la cuantía de la prestación, reducen el rendimiento de las cotizaciones. Ya que seguirán aportando, pero recibirán lo mismo.
El estudio refleja que con más de 45 años cotizados, el TIR desciende a 3,07%, mientras que entre quienes cotizan menos de 25 años alcanza un 5,89%, es decir, casi el doble de rédito. Esta diferencia se ve también favorecida por los suplementos a mínimos. Al eliminar los complementos, las diferencias se suavizan. Y alcanzan los 0,9 puntos entre el intervalo de menos años cotizados y el de más, según el estudio.
Las pensiones con un TIR más alto corresponden a quienes tienen bases más bajas, un 4,39%. Esto sucede porque muchas de estas pensiones reciben también complementos. Si se eliminan esas ayudas y se observa solo la rentabilidad de lo aportado, la relación se invierte. En este caso, quienes tienen bases más altas, obtienen un mayor TIR. De este modo, el informe reconoce una “inequidad contributiva” en el sistema. Domínguez critica que “la igualdad implica que el sistema nos trate igual. Es decir, que tengamos la misma TIR, no la misma pensión. Ya que eso dependería de las contribuciones. Con las compensaciones, el sistema está premiando a quienes menos trabajaron”.
Mayores cotizaciones y/o menores pensiones
Los cálculos muestran que el TIR del sistema se sitúa por encima del crecimiento económico observado en las últimas décadas. Y expone una “insostenibilidad de fondo o estructural”, según el estudio. Si las estimaciones de crecimiento económico futuro del Ageing Report se cumplen, “el diseño de nuestro sistema de pensiones contributivas de jubilación tiene un desequilibrio estructural del 25%. Que puede corregirse con mayores cotizaciones y/o menores pensiones”, anticipan los investigadores de Fedea.

Para ello, los expertos indican cómo el Estado debería actuar. Las reformas expuestas implican vincular la edad de jubilación a la esperanza de vida; de manera que en 2047 la jubilación se sitúe en 68 años y en 2061 en 68,5 años. Para Domínguez, “es la medida óptima, ya que tiene efecto doble. En las cotizaciones; porque se cotiza durante más tiempo, y en las pensiones; porque, a priori, se reduce el tiempo de retribución”.
Ampliar el periodo de cálculo de la base reguladora a toda la vida laboral, lo que reduciría la pensión de quienes tienen salarios crecientes al final de su carrera, es otra de las propuestas. El informe también propone ajustar el porcentaje por años cotizados, para que el 100% de la base reguladora se alcance tras más años en activo. O revalorizar las pensiones por debajo del IPC, o incluso no hacerlo, en periodos de bajo crecimiento económico.
Transferencias de otras partidas
Hasta ahora, parte de las pensiones se han estado financiando, ante la insuficiencia de las contribuciones de los trabajadores actuales, a través de otras partidas. Con la llegada del retiro de los boomers en los próximos años estas transferencias aumentarán. En este sentido, la investigadora recalca que “hay que explicar el coste que nos está suponiendo”. Y se cuestiona: “Qué queremos: ¿un sistema insostenible que revaloriza al 2,6% las pensiones y tener una dependencia y sanidad infrafinanciada? Es como si tengo dos hijos y se lo doy todo uno”.
Ante la previsibilidad de las dificultades de sacar estas medidas adelante por parte de los partidos políticos, al ser consideradas impopulares –nadie quiere jubilarse más tarde, reducir su pensión o aumentar sus cotizaciones-, Domínguez argumenta la necesidad de “explicar al ciudadano que vamos a vivir más y que eso es dinero público”. Y zanja: “Nadie quiere apretarse el cinturón, pero hay que identificar dónde están las inequidades. Porque si hay que tomar medidas habrá que hacerlo en quienes se están beneficiando más que otros”.